El Presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha estado dando que hablar a propósito de sus tuits y las inmediatas consecuencias que éstos van provocando. Llama la atención al mundo cómo altas autoridades reaccionan y toman decisiones basadas en un simple tuit.

Es el caso de China, una potencia mundial, que le pide a Trump que no convierta a Twitter en un instrumento de política exterior en el oficial Diario del Pueblo de China. De igual manera, miembros del Congreso de los Estados Unidos cambian de opinión, después de que él emite un tuit con un comentario sobre una decisión parlamentaria. Las empresas no han quedado fuera del alcance de Trump, ya que Ford, al ser interpelada a través de la red social, cambia el destino de una inversión anunciada en México. Ni siquiera el Servicio de Inteligencia de los Estados Unidos y los medios de comunicación han resultado libres: el magnate puso en duda un informe de dicho servicio otorgándole mayor credibilidad a WikiLeaks y llamó “tontos” a CNN y NBC diciendo que los rusos lo saben y juegan con ellos, mientras que Fox News sí entiende.

La anterior enumeración nos muestra que el norteamericano dispara a diestra y siniestra, creando gran revuelo. Muchos se escandalizan y comienzan a vaticinarle una inminente caída en el momento que se cumpla el dicho “por la boca muere el pez”. Sin embargo, Trump se mostró igualmente impulsivo y deslenguado desde el primer día y desde ese momento se han escuchado una y mil voces que predicen su derrumbe; pero nada de eso ha ocurrido y, muy por el contrario, esto le valió elevarse cada vez más hasta culminar electo Presidente.

Desde esa perspectiva y después de presenciar una campaña completa, parece difícil que un tuit logre derribarlo. Twitter es parte del mundo actual, ya no podemos prescindir de él y tenemos que aprender a conocer sus códigos e incorporarlos. Precisamente algunas de las características propias de Twitter son el tono informal y estilo personal que permite, al igual que su inmediatez.

La verdad es que no sorprenden los mensajes de Trump, si pensamos que la red social es sólo un canal más para comunicarse en el cual él mantiene su habitual tono y estilo tan peculiar: es el mismo cuando escribe y cuando habla. Si los mismos dichos los dijera cara a cara, frente a un micrófono, en un discurso o a los periodistas, ¿nos espantarían menos?

La verdad es que lo ha hecho todo el tiempo, por eso creo que lo que nos sigue sorprendiendo y tiene al mundo de cabeza es el propio e incorregible Donald y no el simple hecho de que diga lo que piensa por Twitter.

 

Mónica Reyes R., profesora y máster en Historia

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