Las elecciones suecas han dado tres resultados importantes. El primero se refiere a la derrota del gobierno que durante ocho años lideraron los Conservadores con Fredrik Reinfeldt a la cabeza, pasando la responsabilidad de formar gobierno a la Socialdemocracia. Se trata de una derrota paradójica, ya que Suecia fue el país europeo que con más éxito superó la crisis de 2008-2009 y que, desde entonces, exhibe el crecimiento más dinámico entre los países desarrollados. Este buen desempeño económico ha sido reconocido por los electores, tal como lo muestran las encuestas a pie de urna. En ellas, los Conservadores obtienen con amplio margen la primera preferencia en lo que respecta a capacidad de manejo económico. La interpretación de este hecho, nunca visto en política sueca, es que justamente la solidez alcanzada hizo irrelevante el tema económico, que fue la gran carta que jugaron los Conservadores y la alianza de centroderecha que ha gobernado con ellos. En suma, el éxito conservador habría sido la madre de su derrota.

El segundo resultado interesante se refiere a las características de la victoria socialdemócrata. Esta se da con un 31,2% de los votos, es decir, con un aumento apenas marginal respecto de la elección de 2010 (30,9%), que fue la peor para este partido desde la instauración del sufragio universal. Se trata, por ello, de una Socialdemocracia débil que necesita de amplias alianzas para constituir un gobierno estable. Al mismo tiempo, el Partido de Izquierda (ex Partido Comunista) se estanca a un muy bajo nivel (5,7%), lo que es muy significativo, ya que se trata del único partido que cuestiona frontalmente el nuevo sistema de bienestar sueco, basado en la libre elección ciudadana y una amplia cooperación público-privada. Por ello, el líder socialdemócrata triunfante, Stefan Löfven, ha marcado claramente su intención de buscar alianzas hacia la centroderecha, rompiendo la tradicional división del espectro político sueco en dos bloques contrapuestos. Esto quiere decir que, en todo lo esencial, primará la continuidad en el desarrollo de Suecia.

El tercer hecho relevante es el gran avance de los Demócratas suecos (Sverigedemokrater), un partido populista y antiinmigración que pasa de 5,7 a 12,9% de los sufragios conquistando una fuerte posición de partido bisagra en el parlamento sueco. Se trata de una tendencia europea general, pero también de un reflejo de los graves problemas de segregación que el año pasado dieron origen a una serie de motines urbanos nunca vistos en Suecia. Esto coincide con un flujo récord de refugiados del Oriente Medio, que no hará sino agravar la situación. Un problema muy serio frente al cual ningún partido ha ofrecido una solución convincente. Si esto no cambia radicalmente, puede llegar el día en que los Demócratas suecos sean el principal partido de Suecia.

 

Mauricio Rojas, ex diputado del Parlamento de Suecia

Esta columna fue publicada en Fundación para el análisis y los estudios sociales (FAES).

 

FOTO: HANS SCOTT /AGENCIAUNO

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