Las primeras encuestas acerca de la aprobación y rechazo a figuras políticas empiezan a mover el ambiente. La Nueva Mayoría constata con preocupación que entre su gente los dos candidatos con más apoyo, MEO y Andrés Velasco, están fuera de la coalición, lo que levanta los fantasmas de la Bachelet-dependencia y revive los recuerdos de Gutenberg Martínez poniéndole fecha de vencimiento a la coalición. En la centroderecha, además de la previsible presencia del ex presidente Piñera, surgen otras figuras interesantes y, digámoslo, la preocupación por la atracción que una candidatura de Velasco suscita entre sus partidarios.

Es inevitable que ello ocurra. La política se hace con políticos y aquellos que estamos preocupados del devenir de Chile no podemos quejarnos de la atención que estos asuntos captan entre los profesionales de la actividad. Tan cierto es esto, como que el ministro de Hacienda no puede llorar como Magdalena por la poca inversión de los empresarios si encabeza el equipo económico del gobierno más hostil a la empresa privada de los últimos cuarenta años.

De manera que veremos crecientemente esfuerzos de posicionamiento de posibles candidatos de la centroderecha para llegar bien perfilados a las próximas elecciones.

El punto es que ello no basta.

Junto con el trabajo en terreno, los políticos del sector deben dedicarse también a darle una identidad y propósito a su misión y restaurar la legitimidad de las ideas de libre mercado que ha sido cuestionada por las críticas a la desigualdad, el abuso y el lucro. Sumarse a esas críticas sin reflexión es un error, la derecha debe revelar, al referirse a estos temas, su propio sentido de la justicia.

Los políticos de derecha tienen una tendencia a mostrar a los votantes por qué harían mejor las cosas que sus adversarios. Deben dedicar más tiempo a decirle a la gente por qué quieren gobernar, qué propósito los anima.

Chile necesita políticos de derecha con convicción y certeza de que las ideas que proponen tienen una base moral y están guiadas por ideales que son distintos a los de nuestros adversarios.

Si en las políticas públicas privilegiamos las oportunidades por sobre los subsidios como mecanismo para surgir, no es porque seamos menos generosos, sino porque creemos que representan una mejor opción para las personas.

Las políticas asistenciales, utilizadas en exceso, pueden dañar las posibilidades de los mismos desposeídos al crear estados de bienestar insostenibles y, al mismo tiempo, mantener a esas personas con bajas capacidades de progresar sobre la base de sus propios medios. Pueden transformarse así en una verdadera droga que paraliza, que insensibiliza y crea dependencia. La situación de los países afectados por la crisis europea nos está indicando algo. Nuestros políticos no pueden entonces sumarse a cualquier oferta de nuevos bonos o subsidios del Estado, sino favorecer el emprendimiento y el esfuerzo.

No somos insensibles frente al dolor, la pobreza o la inseguridad; simplemente pensamos que nuestras soluciones para atacarlas son mejores. Queremos reducir la desigualdad, pero hacerlo sobre bases permanentes, que potencien a las personas, que las saquen de la tutela del Estado y sin atentar contra la libertad de elegir, que es un pilar de nuestro pensamiento, ni contra la diversidad.

Entonces no podemos considerar bueno per se que aumente el tamaño del Estado y basar nuestras políticas en entregar cada vez más subsidios y en aumentar el gasto público. La gente prefiere la educación privada y la salud privada; entonces no podemos acceder a la permanente extorsión de quienes pretenden sostener la educación y la salud pública sobre la base de perjudicar y reducir las alternativas privadas.

La derecha debe exhibir estas ideas con orgullo, porque en el fondo representan su propio sentido de la justicia, sentido que se inspira en valores y convicciones que, como hemos visto en la discusión sobre las reformas tributaria y educacional, sintonizan con las de muchos chilenos.

Así podrá despejar los temores de que alguien venga a robarle los huevos al águila.

FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI/AGENCIAUNO

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