En enero de 2015, cuando muchos chilenos salían de vacaciones y otros se disponían al descanso anual, nada hacía presagiar que en cosa de días se daría inicio a una serie de escándalos corporativos que en un corto tiempo remecerían hasta sus cimientos la reputación empresarial. En la primera semana de febrero de ese año una investigación periodística hizo estallar el caso Caval. Apenas unos meses después se conoció que la empresa SQM había aportado durante largo tiempo ingentes recursos a las campañas electorales de conspicuos parlamentarios y políticos. Y, cual guinda de la torta, antes de culminar un año para olvidar, el país pasaría de la sorpresa inicial a la franca indignación al informarse de la así llamada “colusión del confort, que involucraba a una de las empresas icónicas del sector privado.

En esta extraordinaria conjunción de acontecimientos se podía encontrar un factor común: empresas y empresarios involucrados en actos reñidos con la ética y la legalidad vigente. Su efecto en la confianza fue lapidario, una caída como no se había visto desde el regreso de la democracia en 1990, relegando la imagen empresarial a los últimos lugares de los rankings de confianza institucional, donde lamentablemente los partidos políticos y el Parlamento se hallaban ya por mucho tiempo. Parecía que la reputación corporativa en Chile había recibido un golpe de gracia del cual no iba a ser posible volver a levantarse.

Tres años después, el deprimente cuadro de ese fatídico 2015 ha cambiado significativamente. Un contundente paquete de iniciativas legales emanado de la así llamada Comisión Engel fue prestamente tramitado en el Parlamento, terminando definitivamente con el aporte de las empresas a las campañas políticas. Por su lado, el empresariado no se quedó atrás y eligió a uno de sus mejores hombres en la Confederación de la Producción y del Comercio, para desde allí impulsar una cultura de integridad adecuada a los nuevos tiempos, un aggiornamento que el sector privado requería con urgencia. Un inédito encuentro en Las Majadas al que acudieron la mayor parte de los líderes empresariales -y el compromiso que adoptaron en esa ocasión- fue una inequívoca señal de la seriedad con la que se tomaron el grave momento por el que pasaban. A ese liderazgo del entonces presidente de la CPC, Alfredo Moreno, le siguieron otros en la misma línea en organizaciones gremiales como la Sofofa, que impulsó ella misma un cambio organizacional de envergadura.

Estas iniciativas han redundado en una notable recuperación de la imagen empresarial, verificada en recientes estudios de opinión pública, abandonando los últimos puestos para subir a la medianía de la tabla, un avance significativo que no puede ser el simple fruto del olvido (que en materia de imagen institucional siempre termina jugando a favor). Mucho más gravitante en la señalada recuperación es el hecho de que la agenda de los nuevos líderes, a los que se ha integrado Alfonso Swett a la cabeza de la CPC, se ha estado nutriendo de los temas que están vibrando en la sociedad del siglo XXI, como la diversidad, la inclusión social y la sustentabilidad.

De hecho, no hay reunión o seminario empresarial donde estos temas no estén presentes, llevando en muchos casos a la adopción de mejores prácticas que ya no era prudente seguir postergando. La frase “las empresas empiezan en la venta, pero no terminan en la utilidad, sino que terminan en la sociedad”, que el presidente de la CPC ha repetido en varias ocasiones, resume bien esta nueva actitud.

Pero también han incidido positivamente las nuevas formas de comunicarse con la sociedad que están adoptando los hombres de negocio, entre los que destaca Andrónico Luksic, el más influyente de los empresarios chilenos, que a punta de mensajes cortos en una conocida red social ha recuperado para sí una reputación que había pasado por una dura prueba en 2015, el año en que las empresas privadas vivieron en peligro. La incipiente recuperación de la confianza en ellas es una buena noticia y sus causas deberían convertirse en una lección a seguir para todas las instituciones.

 

Claudio Hohmann, ex ministro de Estado

 

 

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO