La Nueva Constitución es la nueva utopía de la izquierda chilena, el paraíso hacia el cual el país debe avanzar para resolver todo problema acumulado en las últimas décadas, ya que si la actual es la culpable de todo, cambiarla es la solución.

Pero permítanme la duda de que esto sea verdad, sobre todo si observamos con alguna imparcialidad la acumulación de errores y desaciertos en que han terminado las reformas de este gobierno.

La reforma tributaria, la más fácil de todas, hasta los empresarios estaban dispuestos a una alza de impuestos, pero la Presidenta Bachelet quería algo más que un alza de impuestos, quería refundar nuestro sistema impositivo, por lo que algo simple se tornó en complejo y luego en un desastre que ni siquiera va a recaudar lo prometido. Todo esto en medio de una caída de la inversión sin precedentes y una pérdida de confianza, mezcla que ha dañado nuestra economía e hipotecado su desempeño a futuro.

Luego vino la reforma educacional, prometiendo avanzar en una educación gratuita y de calidad, se dedicó a restringir el derecho de los padres a elegir el colegio de sus hijos, y la libertad de enseñanza, asfixiando a la educación particular subvencionada. Pero de calidad se habló poco y se hizo menos.

Casi como un sello de este gobierno, la improvisación y el déficit técnico definieron el camino de cada reforma hacia un amplio rechazo ciudadano.

Ahora que la Presidenta Bachelet ha delineado un proceso constituyente de largo aliento, y que debe superar varias vallas complejas, como el quórum de los dos tercios en el actual Congreso y en el próximo, lo que requeriría de una gran capacidad de alcanzar acuerdos y construir confianzas, dos cualidades que han estado ausentes en la gestión del actual gobierno.

Vale la pena preguntarse por qué un gobierno que no ha logrado ser exitoso en sus reformas, se empeña en seguir adelante con ellas sin reflexionar.

Quizás la vieja retórica marxista de la superestructura y de la infraestructura nos de pistas para entender por qué la izquierda chilena insiste en refundarlo todo. Qué duda cabe de que piensa que es la constitución la viga maestra de este modelo que buscan dejar atrás y que derrumbarla es más importante incluso que saber con qué reemplazarla.

Así, el éxito de este proceso elaborado por la Presidenta Bachelet se limita a lograr la decisión de cambiar la Constitución no al contenido, construir ese consenso es el primer paso que el gobierno necesita para seguir avanzando en la refundación.

La derecha sigue sin entender que lo que no se defiende se pierde, inexorablemente. Que su primera derrota es aceptar la necesidad de cambiarlo todo. Pareciera que el querer participar de las mesas y comisiones del gobierno es más importante, olvidando que el gobierno solo necesita sus votos para derribar la actual constitución, no para construir la nueva.

Solo le valdría recordar su rol en el cambio del sistema electoral, donde sus votos fueron claves en derribar el anterior pero tuvo cero influencia en la construcción del nuevo sistema electoral, hecho a la medida de las necesidades de los partidos del gobierno.

Por eso la duda es necesaria, cuestionarse qué es lo que realmente está en juego. Porque si no, tendremos que explicar en el futuro por qué dejamos desmantelar sin defensa a la Constitución con mayor legitimidad de ejercicio y la que nos ha regido en la etapa de mayor desarrollo de la historia de Chile.

 

Gonzalo Müller, Director Centro de Opinión Pública UDD.

 

 

FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO

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