Ahora sí puedo decir que lo he visto todo: ¡La izquierda indignada defendiendo el funcionamiento del mercado! ¿Será verdad que llegamos a que todos somos partidarios de un mercado libre? Eso si que sería hacer realidad el anti poema de Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”. La verdad -o como diría alguno de mis hijos: «la dura»- no creo, parece demasiado bueno. Algo no calza en este amor socialista por la perfección de mercado.

Por supuesto, si estuviéramos en una sociedad de cultura anglosajona o germana, esas con gente insoportable que dice la verdad, respeta las reglas y exige coherencia, todas estas declaraciones de indignación y estupor socialista se verían expuestas a alguna contra pregunta, a un mínimo examen de consistencia; pero entre nosotros, los paladines del pluralismo mental, parece que eso es pedir demasiado. En fin, aunque sea un ejercicio vano, un consuelo propio de lectores de «El Líbero», hagamos un pequeño análisis del asunto.

Desde hace unos cuatro o cinco años la izquierda chilena, devenida en Nueva Mayoría y a diferencia de la Concertación, sostiene sistemáticamente que tenemos que cambiar este modelo “neoliberal” que sólo ha logrado concentrar la riqueza en unas pocas manos, porque ha generado la “desigualdad más brutal del mundo”. Incluso nos trajo a Piketty para que nos dijera que esto es el resultado inevitable del mercado, puesto que, en opinión del nuevo oráculo del estatismo, como el capital tiene per se una tasa de retorno más alta que el trabajo, la riqueza tiende inevitablemente a concentrarse.

Es decir, la izquierda, en realidad no cree -a confesión de parte relevo de pruebas- que las fallas de mercado se deban a conductas humanas reprensibles, sino que las ve como aspectos insoslayables de este modelo de organización económica. Por eso cuando un socialista se declara indignado, por ejemplo, por una colusión, por un caso de dumping, o alguna forma de competencia desleal, lo que en realidad nos está diciendo es: “Ven que el mercado no funciona, que el capitalismo corrompe a los capitalistas”.

Uno de los aspectos ineludibles del pensamiento socialista es que no puede ver el mercado como un solo sistema complejo integrado por personas que interactúan transando bienes y servicios. El socialista ve a dos grupos: por un lado empresarios codiciosos y, por el otro, consumidores y trabajadores explotados. Ya lo dijo don Patricio: “El mercado es cruel”.

Por favor, la izquierda no cree que el mercado debe ser libre, ¡cree que hay que regularlo! Hay que intervenirlo, hay que fijar altas tasas impositivas, porque la ganancia excesiva en el mercado es injusta y por lo tanto debe ser redistribuida. El socialista del siglo XX quería impedir esa ganancia estatizando y fijando precios; el de ahora, al menos, quitándola vía impuestos.

Ya que la colusión es un concepto de moda, analicemos una cosa obvia: eso que llamamos colusión es, entre otras cosas, una forma privada de fijar los precios, asegurando una ganancia; y el socialismo un proyecto político para hacer lo mismo, claro que eliminando la ganancia o reduciéndola al mínimo. Por lo menos la primera es punible, por eso se hace a escondidas y se persigue como delito.

Si tanta indignación causan en los paladines de la izquierda los atentados a la libre competencia, podrían ayudar haciendo más libres todos los mercados: el del trabajo, el de los recursos naturales, el de la seguridad social, etc. Pero hacen lo contrario, cada vez que pueden fijan precios (sueldo mínimo), imponen más y más burocracia dificultando la entrada de nuevos actores en distintas áreas, suben los impuestos y generan sistemas tributarios complejos que aumentan los costos de las pequeñas y medianas empresas. Para qué seguir.

Digamos la verdad, cada que vez que se hace una imputación de colusión -en el último caso conocido estamos ahí, en la imputación- hay dos reacciones: la de los que creemos en la libertad individual, el emprendimiento y el virtuoso sistema en que las personas generan riqueza, a los que estas conductas nos molestan, y mucho, porque defendemos el mercado; y la de los socialistas que, en realidad, no pueden disimular su alegría por poder denunciar a los empresarios y a este sistema en que se abusa de los consumidores.

Esa es la razón por la que no pueden esperar un mínimo de procedimiento legal, racional y justo, sino que salen a condenar en la más medieval e inquisidora de las actitudes, porque su objetivo no es sancionar a los transgresores, sino al malhadado mercado y para eso no se necesita ninguna sentencia, es una decisión política. Más aún, es su proyecto político.

Alberto Cortés diría: “Qué cosas tiene la vida Mariana, que cosas tiene la vida”, ahora los socialistas defienden el libre mercado. Eso es demasiado pluralismo mental, hasta para los chilenos.

 

Gonzalo Cordero, Foro Líbero.

 

FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI/ AGENCIAUNO

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