Ayer se realizó la interpelación al ministro de Salud, Emilio Santelices, en la Cámara de Diputados. Esta herramienta constitucional que posee la Cámara Baja para que los secretarios de las distintas carteras del Ejecutivo rindan cuentas ante el Poder Legislativo ha sido utilizada más de alguna vez para fines que exceden la intención original con la que fue concebida.

Pareciera ser que nuevamente esta fue la tónica que predominó en la jornada pasada. Al escuchar las intervenciones de ayer era fácil notar que el tono, los objetivos y la puesta en escena eran más propios de un debate asambleísta universitario que de un intercambio de ideas digno del máximo órgano deliberativo de la república.

Todo sazonado por la seguidilla de pequeñeces que anteponen la forma al fondo, como las barras bravas en las tribunas (que con frecuencia eran acalladas con estridencia), los personajes humorísticos invitados a la sesión (como la comediante Natalia Valdebenito) o los cada vez más originales carteles que con distintas consignas inundaron la sala.

Sin duda, se perdió la oportunidad de hacer un debate con altura de miras, aunque el ministro Santelices lo intentó más de alguna vez.

Nos hubiésemos sentido orgullosos de nuestros parlamentarios si el debate se hubiera centrado en el fondo del problema: la constitucionalidad del antiguo protocolo para el aborto según las tres causales, considerando que el documento elaborado por la administración Bachelet contradecía abiertamente la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la ley de aborto. En su dictamen, el TC incluso cambió el articulado de la norma en cuestión, ya que se encontraba en abierta colisión con lo resguardado por la Carta Fundamental en torno a derechos inalienables, como la libertad de conciencia y de asociación.

Al escuchar las intervenciones de ayer era fácil notar que el tono, los objetivos y la puesta en escena eran más propios de un debate asambleísta universitario que de un intercambio de ideas digno del máximo órgano deliberativo de la república.

Qué distinto hubiera sido el escenario de ayer si la discusión en el Congreso hubiese estado al nivel de las reflexiones que se hacen en las cámaras de algunos países desarrollados. La reputación de nuestros políticos hubiera mejorado significativamente ante los chilenos si se hubiese abordado en su plenitud la crisis que vive el sector salud, antes que reducir la interpelación al cambio del protocolo de objeción de conciencia que, como lo demuestran los hechos, no afecta la aplicación de la ley.

Lo que la población anhela con ansias es que se alineen las coaliciones políticas y se alcancen grandes acuerdos frente a las casi interminables discriminaciones arbitrarias que se generan a través del aparato sanitario del Estado. La gente quiere que estas situaciones produzcan, al menos, el mismo escándalo que los temas boutique que ciertas ideologías priorizan, como el aborto.

Hay muchos ejemplos que grafican la crisis que sufre el país en su sistema sanitario y que algunos parecieran ignorar: la indigna espera que padecen cada día más de medio millar de compatriotas en las urgencias de los recintos estatales para poder hospitalizarse; el déficit de más de diez mil camas en el servicio público; o el millón de pacientes que engrosan sus listas de espera, por nombrar algunos.

Ayer la clase política perdió nuevamente una oportunidad: dejar de mostrarse interesada sólo en peleas inconducentes que poco interesan a los ciudadanos y ponerse a discutir en serio cómo resolver las injusticias que sufren millones de chilenos cuando se encuentran en una de las situaciones más grandes de vulnerabilidad,como estar enfermos y sin otra alternativa que atenderse en el sistema estatal.

Esa es la verdadera crisis del sistema de salud, que la tiene en el banquillo y que debiese interpelar a nuestros políticos. Sin embargo, pareciera que todavía hay algunos sectores que no lo entienden, que no lo ven debido a sus anteojeras dogmáticas o, quizás, que simplemente no dan el ancho para dimensionarlo.

 

Jorge Acosta, director ejecutivo Instituto Res Publica

 

 

FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI/AGENCIAUNO