Comenzará el Papa Francisco el 6 de julio un recorrido por Sudamérica: dos días en Paraguay, dos en Bolivia y dos en Ecuador. Estos forman parte de un viaje clave para el Pontífice. En menos de una semana recorrerá tres países de similares características y experiencias históricas, marcados por la pobreza, sus profundas raíces indígenas y una fuerte religiosidad popular. Quedó postergado para el 2016 el viaje a Argentina y Chile, con fechas aún indeterminadas.

Llega un Papa cuya misión principal ha sido, en lo que lleva de reinado, insuflarle nuevos aires a la Iglesia Católica, lastrada por escándalos diversos y tradiciones de dudosa raigambre práctica y popular. Ha mutado a un lenguaje asequible y llano, ganándose cada vez con más velocidad a los conversos y a los nuevos seguidores. Hoy por hoy es innegable su influencia moral y política. Como ha subrayado Barack Obama, su liderazgo moral atañe no solo a los cristianos. Su estatura política ha crecido también, siendo su voz un ingrediente esencial en los principales foros políticos del orbe, y su participación, en forma abierta o discreta, en los principales conflictos geopolíticos del mundo.

Llega a una región con problemas. Una región donde el liderazgo político es menguante y carente de popularidad. Donde los problemas de gestión van de la mano con los problemas de enfoques en políticas públicas no siempre bien diseñadas o implementadas. Y también, todo debe decirse donde la insolidaridad es rampante y la desigualdad un problema tan presente que muchas veces se convierten en factores de no-dialogo y de no-solución.

La habilidad de su mensaje es que, dependiendo del cristal con que se le mire, hay un enganche y una persuasión para todos. De izquierdas a derechas, de creyentes a no creyentes. Y es allí donde radica su fuerza y su popularidad.

Es en el altiplano boliviano o en el chaco paraguayo donde disemina y germina con más fuerza los mensajes que dan forma a la “Teología de la Pobreza”, que Francisco espera dejar como legado de su pontificado y que podría proyectarse como una respuesta a la “Teología de la Liberación”, también producto intelectual de la Iglesia de nuestra región.

Su cruzada pastoral en las numerosas villas miserias que habitan Buenos Aires –que fuertes discrepancias políticas le ocasionó con el matrimonio Kirchner-, y la legión de sacerdotes convocados por él para servir en pobreza a los más necesitados, le brindaron el impulso para que comenzara a darle un carácter teológico moderno y renovado al mayor drama social de nuestro continente.

De los tres paraderos del viaje papal a Sudamérica, el boliviano es el que reviste mayor significado a Chile. Por décadas, el discurso altiplánico atribuye a su encierro geográfico la principal causa de su pobreza. Incluso reputados economistas –Jeffrey Sachs entre ellos-, han intentado cuantificar el costo económico de esta variable geográfica, aportando sentido a una fábula que con los años ha convertido el reclamo boliviano en una verdadera utopía que cruza fronteras y concentra la simpatía de gran parte del continente.

La injusticia del enclaustramiento es la injusticia de la pobreza de ese país, que la sola figura de Evo Morales acrecentó al convertirla en sello de su cruzada internacional a favor de la salida al mar para Bolivia. En tal sentido, de poco sirven los gráficos o explicaciones matemáticas con que nuestra Cancillería ha tratado de contrarrestar la ofensiva boliviana, la utopía de la pobreza derivada del encierro injusto es una marca boliviana registrada y se vuelve inexpugnable con la inoportuna visita del Pontífice a Bolivia. Encierro geográfico y pobreza corren en la misma dirección, en un mensaje capturado muy tardíamente por nuestras elites, en una nueva muestra de falta de intuición y adiestramiento clerical, donde muchas veces los árboles no dejan ver el bosque.

No necesitará Francisco -el Papa de los pobres y desposeídos- hacer referencia al tema marítimo en su paso por Bolivia. La sola imagen de Su Santidad aterrizando a 4.000 metros de altura, en el desierto altiplánico, en un aeropuerto situado en medio de poblaciones atestadas de pobreza y recibido por un mandatario que es hijo de la pobreza, convierte a esa visita en un poderoso mensaje al mundo a ser más sensible con el reclamo marítimo de ese país. Está por verse cómo recogerán los jueces de la Corte de la Haya, en su mayoría de países con poblaciones creyentes y en los que la pobreza forma parte del paisaje cotidiano, este deseo del Pontífice por ir al encuentro con las realidades de nuestra América profunda.

Coincide este viaje con la divulgación de la primera carta encíclica papal, “Laudatio Si”, dedicada al medio ambiente. Fue el altiplano boliviano escenario a comienzos de este siglo de la “Guerra del Agua”, que enfrentó al campesinado y comunidades indígenas –lideradas por Evo Morales-, con el gobierno de Banzer, acusado de promover políticas imperialistas que declaraban al agua como una mercancía comercial y transable. Curiosamente la Encíclica cita en más de cuarenta ocasiones al agua, convirtiéndola en pieza vital y eje central de ella.

Parece interesante citar aquí algunas de las ideas centrales de este documento, que amerita un estudio profundo y que se convertirá, de seguro, en pieza central del debate sobre Medio Ambiente y Economía en los años venideros:

– El Papa pide «cambios profundos» en los estilos de vida, los modelos de producción y consumo y las estructuras de poder.

– Critica «el rechazo de los poderosos» y «la falta de interés de los demás» por el medio ambiente.

– Afirma que la Tierra «parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería».

– Llama a «limitar al máximo el uso de recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar».

– Se refiere a «una general indiferencia» ante el «trágico» aumento de migrantes «huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental».

– Critica la privatización del agua, un derecho «humano básico, fundamental y universal» que «determina la supervivencia de las personas».

– Asegura que «los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre» y habla de «una verdadera deuda ecológica» entre el Norte y el Sur».

– Se refiere al «fracaso» de las cumbres mundiales sobre medio ambiente, en las que «el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común».

– Apunta al «poder conectado con las finanzas» como el responsable de no prevenir y resolver las causas que originan nuevos conflictos.

– El Papa cree necesario «recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano».

– «Cuando no se reconoce (…) el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza».

– Para el Papa, «es una prioridad el acceso al trabajo por parte de todos».

– Entiende que «a veces puede ser necesario poner límites a quienes tienen mayores recursos y poder financiero».

– Pide que las comunidades aborígenes se conviertan «en los principales interlocutores» del diálogo sobre medio ambiente.

– Critica la «lentitud» de la política y las empresas, que sitúa «lejos de estar a la altura de los desafíos mundiales».

– El Papa cree que la «salvación de los bancos a toda costa (…) solo podrá generar nuevas crisis».

– Critica que la crisis financiera de 2007-2008 no haya creado una nueva regulación que «llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo el mundo».

– Asegura que las empresas «se desesperan por el rédito económico» y los políticos «por conservar o acrecentar el poder» y no por preservar el medio ambiente y cuidar a los más débiles.

– Cree que la solución requiere «educación en la responsabilidad ambiental, en la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis».

– El Papa anima a los cristianos a «ser protectores de la obra de Dios» porque «es parte esencial de una existencia virtuosa».

De momento, las reacciones a este documento han sido de todo tipo. Pero está por verse cuánto apoyo popular concite entre la población y los líderes de opinión, ya que podría convertirse, fácilmente, en una herramienta que apoye el cambio, y la sana evolución, en temas de gran transcendencia que no han sido tratados con la seriedad y profundidad que ellos ameritan. El tiempo dirá, pero es innegable que el aporte del Papa Francisco es mayúsculo, no solo en el ámbito de la Encíclica, sino también en un trabajo regenerativo de la Iglesia Católica, alineándola con los tiempos modernos, las preocupaciones de la opinión pública y los que se ven afectados por políticas gubernamentales desprolijas, laxas y desaprehensivas.

 

Enrique Subercaseaux, ex diplomático y gestor cultural.

 

 

Foto: Obispado de Concepción/AGENCIAUNO.

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