Las próximas elecciones presidenciales son tal vez las más importantes en las que habremos de participar desde el retorno de la democracia, porque lo que se va a definir y lo que está en juego es nada menos que el destino de Chile.

Alejandro Guillier y Carolina Goic son alternativas que representan más de lo mismo que hoy, con todo lo que eso significa. Pero hay otra, más a la izquierda de la Nueva Mayoría, de la cual poco se conocía, pero que aparece subiendo como una burbuja. Nos referimos a doña Beatriz Sánchez, aspirante a ganar las primarias del Frente Amplio y quien tiene la mayor probabilidad de ser su candidata presidencial, e incluso muchos hablan de que podría estar en la papeleta de la segunda vuelta.

En un documento de 54 páginas titulado Hoja de Ruta, Sánchez describe las ideas que tiene sobre el Chile actual y lo que como Frente Amplio desearían hacer. Lo primero que llama la atención es que no existe ninguna cifra relativa a los costos que podría significar para el país la aplicación de sus ideas que, de resultar ganadoras y ser puestas en práctica, harían aún más crítica la situación del país.

Conceptualmente basta decir que lo más relevante que intentan hacer es terminar definitivamente con el actual modelo de desarrollo, para dar paso a uno estatista, siendo el Estado el principal proveedor de bienes y servicios.

En lo económico, la crítica al modelo actual es visceral, intensa, terminal, haciéndolo responsable de cualquier cosa que pasa en el país. Critican, por ejemplo, que existan las forestales en el sur, porque les impiden a los mapuches recuperar sus tierras. Terminarían con las AFP, porque según el Frente Amplio, perpetúan la desigualdad, fomentan el individualismo extremo y atentan contra la calidad de vida de todos y todas. Y proponen que los recursos de las pensiones se inviertan con criterios sociales, más varias otras ideas que ponen en duda el futuro de todo el sistema previsional.

También pretenden terminar con el sistema privado de salud, con los subsidios a la educación, introducir reformas laborales más radicales que las actuales, cambiar otra infinidad de cosas y, por supuesto, la Constitución, que habría que sustituirse por una nueva, producto de una Asamblea Constituyente.

Esta hoja de ruta, analizada superficialmente por razones de espacio, se expone con una ingenuidad que a muchos podrá resultarles atractiva. Esta ingenuidad prevalece como concepto central de todas sus propuestas, pues supone que, gracias a sus ideas, la sociedad chilena pasaría a ser una en que todos seríamos responsables de unos y de otros, y colectivamente solucionaríamos los problemas de todos, dejando de lado cualquier interés particular para privilegiar lo societario, como si el país se tratara de una comuna hippie en que todo es amor, paz, felicidad y todo se comparte.

En resumen, cualquiera sea la alternativa de izquierda que llegase a ganar, las posibilidades de retornar a la senda de desarrollo, crecimiento, estabilidad y mejores condiciones de vida para todos se verían definitivamente amenazadas, porque las ideas con las que pretenden gobernar han fracasado rotundamente en Chile y en cualquier país del mundo donde se han aplicado.

Del voto de cada uno de quienes queremos un Chile mejor para todos  —sin resentimientos, sin violencia, sin pobreza y con igualdad de oportunidades para nuestros niños y jóvenes— dependerá el destino de Chile.

 

Jaime Jankelevich, consultor de empresas

 

 

FOTO: YVO SALINAS/AGENCIAUNO

 

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