La política es un arte. Y como todo arte, su obra se expresa a través del fondo, su esencia, y de la forma, la manera en que se comunica el fondo a las personas. Esta semana se propuso una mejora al sistema previsional chileno, pero con los mismos errores de forma del pasado, cumpliéndose la antigua frase de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Los anuncios realizados por las autoridades del Gobierno para modificar el sistema previsional chileno dejan un gran número de interrogantes: ¿Se necesita una AFP estatal para legitimizar el sistema? ¿Atenta contra la libertad de las personas obligarlas a cotizar el 3% en una entidad estatal? ¿Se crearán los puestos de asesores previsionales, que ayuden a entender a los cotizantes esta regla de 10%+3%+2%? ¿Cómo se obligará a los trabajadores independientes a cotizar? ¿Se subsidiará a aquellos cotizantes que tengan lagunas? Las respuestas a estas y otras preguntas podrán ir tomando forma a medida que se entreguen más detalles del proyecto de ley. Estos son problemas centrales, elementos que serán analizados por los expertos en los próximos meses. Sin embargo, la propuesta actual también tiene un(os) problema(s) de fondo.

Las fallas de forma, tomo I. El sistema de AFP fue creado en 1980 con el fin de mejorar las pensiones de los chilenos a través de la creación de cuentas individuales de ahorro. Mientras más dinero se pusiera en la cuenta y más tiempo se cotizara, mayor sería la pensión. Con esa simple explicación bastaba para que todos entendieran. Pero luego vinieron las declaraciones de que un trabajador obtendría “una pensión vitalicia de a lo menos un 70% de su última remuneración anual” (1980) y que “chilenos se pensionarían con el 100% de su sueldo en 2020” (en 1990), que fueron usadas para criticar fuertemente al sistema. Al realizar esas declaraciones no se consideró que había gente que no cotizaría toda su vida laboral ni el aumento que tuvo la expectativa de vida. El fondo de la propuesta era admirable (subir las pensiones de los chilenos), pero la mala forma utilizada (centrarse en números, más que en entregar mensajes para incentivar el ahorro) quitó el foco en los buenos resultados obtenidos.

Las fallas de forma, tomo II. Este mes la Presidenta Bachelet anunció que se enviará al Congreso un proyecto de ley para modificar el actual sistema de pensiones, aumentando en 5% la cotización de los chilenos, que permitirá en promedio subir “en 20% los montos de las actuales pensiones de vejez entregadas por las AFP”, junto con “un aumento promedio cercano al 50% en las pensiones que tendrán los actuales cotizantes al momento de su jubilación, cuando el sistema esté en pleno funcionamiento”. ¿Qué pasará en el futuro si no se logran estas metas? Existen varias razones que podrían llevar a esto, entre las cuales se incluyen elementos negativos como un bajo crecimiento económico o períodos de negativos retornos en los activos financieros, o incluso elementos positivos como un aumento en la expectativa de vida. Podría haber bastado con indicar que esta modificación llevará a un aumento de las pensiones, pero la forma nuevamente no fue la indicada.

Este nuevo libro, el tomo II, aún se encuentra en etapa de borrador y los editores pueden cambiar la forma y el fondo con el fin de evitar que en seis años más, cuando el nuevo sistema se encuentre en pleno funcionamiento, existan nuevos descontentos y protestas. Los números enredan a los inexpertos y es por esto que el cambio podría ser del estilo: mientras más tiempo cotices, más alta será tu pensión final.

Cuando la gente no obtuvo las pensiones que querían, todos los dardos apuntaron a las AFP, pero en caso de mantenerse el discurso actual de “Las fallas de forma, tomo II”, en 2024 los dardos apuntarán a la AFP estatal. Aún hay tiempo de modificar los elementos de forma de este tomo en edición, y de paso, ver si los elementos de fondo también deben ser perfeccionados.

 

Andrés Osorio, economista

 

 

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

 

Deja un comentario