Hace casi tres meses, cuando en su visita a La Paz el Papa Francisco dijo que la única solución para zanjar el “tema del mar” entre Chile y Bolivia era “el diálogo”, en la Cancillería chilena se encendieron las alarmas. La conclusión interna de varios estamentos, expertos y ex funcionarios de la diplomacia, fue sólo una: lejos de ser inocuas, las declaraciones del sumo pontífice resultaron ser un “golpe al mentón” para el país y su política exterior.

Y hoy, cuando ya ha pasado poco más de una semana desde que La Haya rechazara por 14 votos a dos la objeción preliminar presentada por Santiago -en la que se cuestionaba la competencia del tribunal para dirimir en la demanda boliviana-, las mismas voces, y otras que se han ido sumando, tienen un juicio aún peor: “Ese día nos llegó un golpe de knock out”, dicen.

Y es que para ellos, no hay ninguna cuenta alegre que sacar tras el pronunciamiento de la Corte Internacional de Justicia del pasado 24 de septiembre, por más que el ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, se empeñe en sostener lo contrario.

“Si pudiese sintetizarse, el fallo nos lleva a una suerte de ‘enjambre sísmico’, cuyas repercusiones, réplicas y efectos los iremos sintiendo con el tiempo, no de manera inmediata, sino que a la velocidad natural y propia de la política exterior”, señala uno de los expertos.

Otra fuente dice que el fallo representa una dura derrota para Chile porque desde un comienzo el canciller apostó fuerte sus fichas –y también sus declaraciones- en cerrar el tema en esta instancia. Ahora, en cambio, el juicio continuará, las tensiones con Bolivia seguirán y será la administración que suceda a la de Michelle Bachelet la que deberá enfrentar el fallo final, con las consecuencias que eso acarrea. Asimismo, hace hincapié en que Bolivia podrá darse un festín comunicacional en estos años, pues si hasta la fecha buena parte de su ofensiva diplomática descansaba sobre resoluciones como la de la Asamblea General de la OEA de 1979, este fallo representa una suerte de upgrade político de enorme envergadura que dará renovado impulso a su estrategia comunicacional, digitada con maestría por Evo Morales y sus voceros.

Un ex diplomático sostiene que la decisión de La Haya de entrar al fondo de la demanda boliviana también siembra serias dudas sobre las capacidades de los equipos con que Cancillería implementa su estrategia diplomática y jurídica. En ese sentido, señala que en un tema sensible y de alto voltaje para el interés del país, la defensa nacional quedó expuesta a una derrota apabullante de 14 votos a dos, generando un ambiente de desconfianza respecto de cómo nuestra Cancillería podría enfrentar otros asuntos vecinales tan sensibles como este y que esperan resolución, como la delimitación de Campos de Hielo Sur con Argentina, el triángulo terrestre que quedó pendiente con Perú o incluso las definiciones respecto del Río Silala con Bolivia.

El mito sobre las peticiones de Bolivia

Otra situación que ha causado molestia dentro de círculos diplomáticos es la forma en que la Cancillería ha “adulterado algunos hechos” para simplificar la comunicación del fallo de La Haya y hacerlo pasar como un virtual triunfo para Chile. Los dardos en este tema van dirigidos a Heraldo Muñoz y al agente Felipe Bulnes, quienes en sus vocerías se han esmerado en señalar que el tribunal podó la demanda boliviana, dando a entender dos cosas: que La Paz pedía una modificación del tratado de 1904 y que se obligara a Chile a negociar con un resultado predeterminado.

A juicio de las fuentes consultadas, ambas hipótesis que ha intentado sembrar el Ministerio de Relaciones Exteriores son “incorrectas”. Respecto de la primera, señalan que Bolivia en su demanda no pide anular o modificar el tratado de 1904. Eso sólo lo planteó Evo Morales en varias de sus vocerías, pero el asunto no estuvo presente en el texto. De hecho, en círculos diplomáticos recuerdan que la negociación de Charaña entre Augusto Pinochet y Hugo Banzer, en 1975, incluía canje territorial y acceso soberano al mar sin necesidad de modificar el tratado, pues el corredor ofrecido era por terrenos que antes pertenecieron a Perú. Y los acercamientos posteriores entre ambos países, en los gobiernos de Ricardo Lagos y el primero de Bachelet, fueron bajo los mismos preceptos: dar acceso al mar sin cambiar ni una coma del texto de 1904.

Respecto de la otra hipótesis, expertos sostienen que en sus alegatos finales en La Haya Bolivia señaló claramente que reclamaba de Chile una obligación a negociar sin resultado predeterminado, petición que en esferas de la diplomacia es interpretada como una jugada boliviana, pues eso permite que la corte juegue con varias alternativas y no se ciña sólo a una. “Bolivia le hizo un guiño a la corte al dejarle abierta a ella la manera en que definirá jurídicamente el carácter de una posible obligación”, dice un ex funcionario de la diplomacia, agregando que “abre las puertas para que pudiese, por ejemplo y sobre la base de las negociaciones anteriores, fijar que la obligación de negociar debe tener como objeto mejorar la calidad jurídica del acceso de Bolivia al mar, y en ese escenario puede caber cualquier cosa”.

Otro experto concluye: “La defensa de Chile se equivocó al seguir insistiendo en que el problema con Bolivia es el tratado de 1904. Dejamos que Bolivia desplegara una estrategia que no encontró oponente y que logró cosechar enorme apoyo internacional”.

 

FOTOS: AGENCIA UNO

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