La propuesta presentada esta semana por el Presidente Piñera para disminuir la discriminación contra la mujer en distintos niveles de la vida social envuelve, entre otras cosas, la idea de introducir un cambio al sistema Isapre, de modo que los hombres paguemos un poco más para que las mujeres paguen un poco menos. Esto compensaría el mayor costo de los planes de salud de las isapres que hoy enfrentan las mujeres, especialmente en su edad fértil. Ante la idea, surgieron rápidamente voces reclamando por el alza a los hombres, considerando que lo mismo se podría conseguir reduciendo las elevadas utilidades de las isapres.

Esto es claramente un mito. El año pasado, que fue un buen año para las isapres, sus utilidades fueron de $ 70 mil millones. Si pensamos que las afiliadas al sistema privado son un millón aproximadamente, la redistribución del 100% de las utilidades entre ellas implicaría una suma de $ 5.800 de rebaja mensual en su plan de salud. Para una mujer que gana $ 1,5 millones por mes, y que cotiza el 10% para salud (7% obligatorio, más un 3% voluntario, cifra promedio hoy), su plan de salud disminuiría alrededor de un 3% de una sola vez. No mucho respecto de las expectativas. Y hay que tener presentes varias cosas que hacen esta disminución una cota máxima. Primero, que es impensable que las isapres quieran operar sin utilidades. Simplemente cerrarían. Segundo, que las utilidades del año pasado fueron el doble de lo que han sido en promedio en los cuatro años previos, y por razones bien puntuales que difícilmente se repitan. En conclusión, los hombres que estemos adscritos al sistema privado de salud nos veremos compelidos, sí o sí, a pagar montos superiores a los actuales, más allá de la necesaria reforma que este sistema requiere.

Mitos similares a este se aprecian con frecuencia en otros ámbitos. Tal es el caso de las propuestas de acotar las utilidades de las AFP para aumentar las pensiones: si así fuera, éstas podrían subir menos de 4%, y de nuevo pensando que dichas entidades quisieran trabajar por una utilidad nula. Comparativamente, el aumento en cuatro puntos porcentuales de la tasa de cotización —como contempla el programa de gobierno— implicaría un aumento de 40% en las pensiones futuras. Otro orden de magnitud, sin duda, lo que no quita reconocer la necesidad de introducir más competencia en el sistema.

También es el caso de la educación privada subvencionada, aunque sea un tema ya zanjado. La nueva ley de educación escolar desterró el lucro para el socio inversionista con la mítica idea de que las utilidades ahora serán reinvertidas 100% en mejorar la calidad de la educación, en circunstancias que en un alto porcentaje irán a solventar aumentos ineficientes de dotación de los colegios o a incrementos en los sueldos de los directivos.

Aun así, no es simple desde un punto de vista político desentenderse de los mitos, sobre todo cuando están muy enraizados en la cultura  de la población. Y  menos en los tiempos que corren, en que la palabra “abuso” aparece por doquier. Por eso los economistas tenemos que, a veces, hacer de tripas corazón y buscar soluciones de segundo o tercer mejor. U otras que combinen eficiencia económica con elementos recogidos en los mitos. Por eso, por ejemplo, el programa de gobierno del Presidente Piñera se abrió a la posibilidad de una AFP estatal, como una manera de recoger del imaginario colectivo la idea de que una entidad del Estado sería más “justa” y eficaz para combatir la falta de competencia en aquella industria. Mientras tanto, la reforma a las isapres de todas formas tendrá que contener no sólo mejoras en su diseño —para, por ejemplo, contener la inflación de costos—, sino que también restricciones a la libertad con que hoy se resuelven las diferencias de riesgo entre las personas. Y por cierto, seguir construyendo más hospitales públicos, aunque muchas veces no sean estrictamente necesarios.

El equilibrio entre la eficiencia económica y la justicia aparente que conllevan los mitos es parte del arte de la política.

 

Felipe Morandé, #ForoLíbero

 

 

FOTO: SEBASTIAN BELTRÁN GAETE/AGENCIAUNO